lunes, 16 de diciembre de 2013

Miriam.

¿Sabéis qué? No sé, nunca lo he hecho y, creo que ya es hora.

Voy a hablaros a una chica adorable y alegre; cariñosa y fuerte. Voy a hablaros de Miriam. 
Fue la primera chica con la que hablé, la primera con la que empecé a tener confianza. El caso es que ya la conocía, y habíamos hablado, dos veces como mucho. Es más, la conocí en persona y, en su momento, no le di mucha importancia. Y ahora, ay, ahora. Lo que yo quiero a esa niña no está escrito.

Cuando llegué aquí era una niña perdida. No conocía nada ni nadie. Estaba completa, total y absolutamente sola. Hasta que empecé a hablar con ella y me llevó a conocer gente. 
 Siempre que conocía a alguien, mi primera impresión se la daba a ella, y lo sigo haciendo. La cuento todo, es una chica fácil de querer. 

Le debo mucho. Y le agradezco que me haya dejado poder confiar en ella y poder formar parte de su vida. Sus llamadas, las tardes en su casa, las fiestas, las críticas... Alguien con quien poder ser yo realmente. 

Todo lo que hemos hecho y queda por hacer. Las tardes que nos pasaremos viendo películas, ir al Plaza, a Madrid, se tiene que quedar una noche a dormir a mi casa y lo va a hacer. No sé, espero que hagamos todas esas cosas y muchísimas más.




Miram, que te quiero mucho. Que gracias por soportarme, por aguantarme y quererme. Gracias por estar ahí siempre y por dejar que comparta un poco de mí contigo. Que eres muy bonita, tanto por fuera como por dentro. Que me encantas, que eres mi gatito, que espero que esto no sea cuestión de meses y un par de años. Mil gracias, de verdad. 




sábado, 14 de diciembre de 2013

Gracias, por todo.

Pasa el tiempo y todo cambia. Las personas se van y los recuerdos permanecen. Hay personas que te marcan más que otras, que te enseñan cosas que no todos pueden, que están ahí y que nunca más estarán. Pero hoy tengo que hablar de alguien. De alguien que estuvo ahí siempre, pero de verdad. Como nunca nadie había estado.
Algunas personas que ahora estéis leyendo esto, sabréis quién es, otras, tal vez hayáis leído las entradas que publiqué mientras estuve con él y, otras, todo lo que sepáis de él lo saquéis de esta entrada...

Y aquí estoy, dispuesta a agradecerle todo lo que ha hecho por mí, después de un año.
Poco más de un año conocí aun chico, pensé que sería uno más y, la primera semana, para mí, así fue.

Le fui conociendo y, me enamoré. Sí, hablo de amor, porque desde entonces nadie me ha importado tanto.

Mis inviernos nunca fueron buenos desde que mi abuelo murió, no sé si sería la mentalidad con la que empezaba noviembre  desde entonces o, porque realmente, eran asquerosos.
Él apareció de entre la niebla para salvarme. Fue mi pequeña salvación por un instante, un instante que duró cuatro meses.
Ningún chico me había aguantado tanto, y menos estos meses. Nunca nadie había estado ahí tanto para mí como él lo estuvo.
Pasó algo, tuve problemas familiares, nadie sabía nada; nadie, excepto él. Le conocía de un mes y le conté algo que me afectaba muchísimo y, que a día de hoy sigo temiendo.
Nadie imaginaba nada, ni si quiera mis mejores amigas, él estaba ahí. Conmigo, como nunca nadie lo había estado.
Y es curioso, porque casi hasta que no acabó la relación no nos dijimos te quiero. Os puedo asegurar, que nos lo dijimos dos veces contadas.

Si él no hubiera estado ahí, yo no sé si a día de hoy estaría escribiendo esto, estaría rota en un rincón.

Le tengo que agradecer cuatro meses, tantos días llenos de vida, le tengo que agradecer la mejor noche de mi vida, le tengo que agradecer los abrazos en silencio, su paciencia y comprensión. Darle gracias por haber echo que Andrea y yo nos conozcamos. Gracias por todo lo que me hiciste sentir.

Gracias por darme una lección y, enseñarme que no todo es de rosa, que no puedes dar todo por alguien que nunca dará nada. Gracias por aparecer en mi vida y, gracias por irte.

Eres el mejor recuerdo que tengo.


R.